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Expertos
Para quien toca un instrumento musical, encontrar a alguien que te lo repare es más o menos como encontrar a un buen pediatra para tu bebé. El instrumento es algo muy personal, único e inseparable de quien lo toca. Son muchas horas las que se pasan en contacto con él. Yo pasé más de 10 años sin llevar mi saxofón al taller de reparación. No es porque no encontrara a la persona correcta, sino que el tiempo fue pasando y yo no sentía que fuera necesario. Cuando el instrumento empieza a tener pequeños fallos, como fugas de aire o falta de afinación, quien lo toca tiende a compensarlos mediante el ajuste de la presión de aire o la posición de los labios. Así fue pasando el tiempo hasta que le presté el saxofón a un compañero de mi banda y me confirmó que era necesario un ajuste. A veces hace falta otra perspectiva. Este mismo compañero me compartió la dirección de un músico de jazz de origen italiano especializado en la reparación de saxofones. Tras una etapa de jazzista tocando en clubs de Nueva York, Mike acababa de volver a Toronto y había abierto un taller en su propia casa. Recuerdo recorrer en bicicleta, con el saxofón en mi mochila, los treinta minutos que separaban mi casa de la suya. El pensamiento más recurrente era cómo iba a reaccionar Mike cuando le contara que no había hecho ningún mantenimiento a mi saxofón desde que lo había comprado. Me sentía como cuando estás en la sala de espera del dentista después de dos años sin haberte hecho el tratamiento de limpieza oral, esperando el reproche. Cuando llegó el momento, me respondió “¿Nadie lo ha tocado? Mucho mejor. Hoy en día todo el mundo se autodenomina experto y luego me toca a mi arreglar sus chapuzas”.
La noción de la experta/o cambia en función del contexto y la época. Cuando estaba en la escuela de ingeniería, el experto en el tema de agua subterránea era el catedrático que sabía resolver las ecuaciones diferenciales que explican el flujo del agua bajo tierra de memoria. Ese mismo catedrático nos repitió varias veces que no hay evidencia científica que apoye la figura del zahorí. El zahorí, en mi pueblo y otros muchos lugares de España, es la persona que es capaz de encontrar agua subterránea mediante capacidades no técnicas sino mentales o energéticas. Las/os zahoríes usan dos palos o barras metálicas, uno en cada mano y agarrados formando dos paralelas, mientras caminan por el terreno en el que se quiere excavar un pozo. Cuando ambos palos se cruzan indica que está caminando sobre un manto de agua subterránea. Yo no lo he visto, pero tengo un amigo que necesitaba excavar un pozo para una explotación de cabras para producción de leche y recurrió al zahorí tras el intento fallido de un hidrogeólogo. El zahorí acertó y con ello se fue todo el respeto de mi amigo hacia mi carrera profesional. Para mi amigo, el experto es el zahorí. En algunas partes de México persisten los graniceros, una figura indígena reconocida por la comunidad como encargada de llamar a la lluvia. Estas personas se reúnen cada mes de mayo para hacer rituales que invocan a la lluvia que de fin a la época de sequía y comienzo a la época de siembra. Podría decirse que los graniceros son escogidos de la forma más democrática y aleatoria posible. Son personas que han sobrevivido la caída de un rayo. ¿Acaso hay conexión más directa con el cielo? Como dice un amigo, si sobrevives a la caída de un rayo, bien te mereces el reconocimiento de tu pueblo. Para estas comunidades, el granicero es el experto.
Una de las iniciativas que más han unido a la Unión Europea es el programa Erasmus. Con este programa, estudiantes universitarios de cualquier país europeo puede cursar un año en cualquier otro país de la unión, sin pagar extra ni sufrir excesiva burocracia para convalidar las asignaturas. Como sabía que me quería dedicar al agua, yo decidí hacer mi Erasmus en los Países Bajos, más comúnmente conocido como Holanda. Parecía una decisión lógica, nunca nadie me la discutió. Es más, creo que se ve muy bien en mi currículum. La industria tecnológica y científica holandesa, apoyada por la historia de este país conviviendo con el agua y por un marketing muy agresivo, se ha posicionado a nivel global como la vanguardia de la gestión del agua. Concursos internacionales para proteger Manhattan del próximo huracán Sandy, proyectos billonarios del Banco Mundial en Yakarta, donde la ciudad se hunde más rápido de lo que el nivel del mar sube, o estudios en Egipto para apoyar al gobierno en su intento de recuperar agua para la agricultura… en todos ellos y muchos más hay agentes holandeses. Tras pasar por su sistema educativo y tener algún acercamiento profesional en el país, no me queda duda del rigor y experiencia que existe en el sector. Sin embargo, declararse experto global conlleva una responsabilidad que no estoy seguro sea asumible. En lo que algunas voces críticas denominan “capitalismo del desastre”, la industria holandesa ha encontrado un filón en los países más afectados por la emergencia climática, que son los que precisamente tienen menos recursos económicos. ¿Cómo ser experto en contextos tan variados? ¿Cómo tener sensibilidad e integrar las texturas socioculturales de cada lugar en las grandes estrategias multimillonarias de adaptación al cambio climático? La autocrítica es el primer paso. Un profesor holandés ya nos advertía de que, en algunos casos, empresas holandesas están promoviendo en el exterior soluciones que ya no se consideran óptimas en Holanda, como es el caso de los “polders” o sistemas de diques, bombas y canales que rodean un trozo de territorio para controlar el nivel de agua dentro de él. Estas soluciones crean una dependencia absoluta de la infraestructura, sin resiliencia frente al cambio climático, y en Holanda están siendo reemplazadas por soluciones más naturales, que optan por dar al agua el espacio que necesita. Organizaciones como Both Ends trabajan desde Holanda para garantizar que los grupos locales de los países donde se desarrollan estos proyectos sean parte de la toma de decisiones, y realmente los beneficiados del proyecto, intentando compensar la asimetría de poder.
Graniceras mexicanas, zahoríes españoles, músicos canadienses, ingenieras holandesas, pescadores indonesios, agricultoras mexicanas, abogados egipcios, activistas, artistas, políticos, empresarias, científicos, educadores, mineros, médicas, trabajadores del hogar, estudiantes, panaderos… todo el mundo tiene algo que decir.
Hasta pronto,
Jose
(Español más arriba)
Experts
Finding someone to fix your musical instrument is kind of comparable to finding a pediatrician for your baby. Instruments are very personal, unique and indivisible from their players. So many hours are spent in intimate contact with it. I did not bring my saxophone to a shop for more than 10 years. It was not because I could not find the right luthier, just time passed by, and I did not think it was necessary. When the instrument starts to have minor issues, like air leaks o getting out of tune, the player tends to compensate by adjusting air flow or mouth position. I got away with it until another band member borrowed my saxophone and confirmed it was overdue. Sometimes you need another perspective. That same bandmate gave me the address of an Italian American jazz musician specialized in repairing saxophones. After spending a few years playing in jazz clubs in New York, Mike was just back to Toronto and had opened a shop at home. I remember the 30 min bike ride, sax on my backpack case, with a very recurrent thought: How would Mike react to the lack of maintenance of my instrument? I felt like when you are in the dentist’s waiting room after two years of missing oral hygiene appointments, just waiting for the reproach. When the moment arrived, he replied “No one has ever touched it? Much better. Nowadays, everybody is a self claimed expert, and then I have to deal with their mess”.
The notion of the expert changes according to each context and time. When I was at engineering school, the groundwater expert was the professor who could solve the differential equations for groundwater flow by heart. That same professor told us several times that there is no scientific evidence to back the concept of zahorí. The zahorí, in my hometown and in many other places in Spain, is a person who can find groundwater, not through technical, but mental or energy skills. Zahoríes use two sticks or wires, one on each hand forming two parallel lines, while they walk around the field on which someone wants to dig a well. When both sticks cross, it means that they are walking on top of groundwater. I have not seen it, but I have a friend who needed to dig a well for a goat milk farm and he hired a zahorí after a failed attempt with a hydrogeologist. The zahorí scored, and that was the end of my friend´s respect towards my career. For my friend, the zahorí is the expert. In some parts of Mexico you can still find an indigenous character in charge of calling the rain, the granicero. These people, respected by their communities, meet every May in rituals to invoke the rain that will bring the dry season to an end and will kick start the sowing season. It could be said that graniceros are chosen by the most democratic and random possible way. They are people who have survived a lightning strike. Is there a most direct connection with the sky? As friend says, if you survive a lightning strike, you clearly deserve the recognition of your community. For them, the granicero is the expert.
The Erasmus program is one of the most successful initiatives to bring Europe together. In this exchange program, university students can spend a year abroad studying in any European university, without extra tuition fees or messy paperwork to transfer your credits. I knew I wanted to work with water, so going to The Netherlands (aka Holland) felt like a natural choice. No one ever questioned me, I think it actually looks great in my resume. The Dutch scientific and technological industry, backed by their lived experience coexisting with water and a very aggressive marketing campaign, has positioned itself at the forefront of water management worldwide. International competitions to protect Manhattan from the next hurricane Sandy, multi-billion World Bank projects in Jakarta, where the city is sinking faster than the sea level is rising, feasibility studies in Egypt to advise the government in their attempt to reuse water for agriculture… there and anywhere else, there is a Dutch organization. I have been through their educational system and have worked closely with some professionals there, and I have no doubt about their integrity and experience in the water sector. However, to call yourself a global expert implies a responsibility I am not sure you can carry on your shoulders. In what some critics call “disaster capitalism” , the Dutch industry has found a gold mine in the countries hardest hit by the climate emergency, which precisely are the ones with less financial resources. How can you be an expert in such a wide range of situations? How can you have sensitivity towards and integrate the sociocultural textures of each place in multi-million adaptation plans? Self-criticism is the first step. When I was a student there, a professor warned us that, in some cases, Dutch companies promote abroad solutions that are not recommended in The Netherlands any longer, such as “polders”. Polders are complex systems of levees, pumps and canals that surround a piece of land to control water levels within it. This solution creates a total dependence on the infrastructure, with little resilience to climate change, and at home the Dutch are replacing it with more natural solutions, giving water the room it needs. Organizations such as Both Ends work from The Netherlands to advocate for local groups, where these projects are implemented, to be engaged in the decision making and really benefit from the project, trying to counterbalance the power asymmetry.
Mexican graniceras, Spanish zahoríes, Canadian musicians, Dutch engineers, Indonesian fishermen, Mexican planners, Egyptian lawyers, farmers, activists, artists, politicians, businesspeople, scientists, teachers, miners, doctors, domestic workers, students, bakers... everybody has got something to say.
Take care,
Jose