(Español tras la foto)
Emotions
I am reading a book about Alexander von Humboldt, the famous German scientist from the late 18th and early 19th centuries. Humboldt was born in Berlin, the same year Napoleon did, and it could be argued that both left a comparable footprint in history. From his early years Humboldt was eager to explore and measure nature. Raised in a well-off family, his mother wanted him to became a public servant, but he wanted to travel the world and discover other places. The political situation in northern Europe was not conducive for scientific explorations, mainly because the very own Napoleon was going to war with whoever he bumped into. So Humboldt decided to go to Spain and convince the king Charles IV to let him join one of the expeditions to the Spanish colonies in America. Humboldt got a Spanish passport and left on a boat from A Coruña for a 5-year trip that would bring him to what today is known as Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, México and the United Sates.
Humboldt travelled carrying (well, his helpers did) dozens of instruments and tools to measure all kinds of variables, from height and pressure to electricity and even geographic location. Thorough and methodical, he took notes of all his observations and collected and classified plants along the way, comparing fauna, flora and climate. His detailed observations in different places, together with an agile and curious mind, allowed him to understand the interconnection of ecosystems across the globe and see nature as a global entity with value on its own, beyond serving human needs. His books combine scientific details with illustrations and poetic descriptions of landscapes and the emotions they evoked on him, breaking the rational vs emotional dualism. His beautiful depiction of mountains, lakes and volcanoes were even adapted and used by Bolivar to lead the Spanish colonies towards independence a few years later. Humboldt also criticized the way Spaniards treated the Indigenous peoples and their destructive colonial practices. Because of that, despite trying very hard, the British East Indian Company never granted him permission to travel to Asia.
Humboldt’s approach changed western science for ever, however, universities continue training new generations of scientists with no attention to emotions. Just another example of our disconnect with our surroundings, we continue dissecting and analyzing nature in our minds, in a constant abstraction that separates us further the more we want to understand it. I recall with frustration the maritime engineering classes in Barcelona, with a professor trying to describe wave’s propagation writing complex equations in a blackboard. If only he had brought us to the beach to first observe and feel the sea, create a connection, before simplifying the whole thing to differential equation that no one remembers any more. So when science had to go out of the lab and explain the effects of climate change, it assumed that facts would suffice for people to connect with the problem. Not even close.
In recent years there is a lot of talk about eco-anxiety, that feeling of helplessness that especially new generations experience about our planet’s destruction. Dr. Nate Charach, a Toronto-based psychiatrist that uses gardening to improve mental health, suggests that anxiety may not be what we feel towards the climate emergency. Anxiety is just the result of not allowing us to feel sadness and grief, emotions that are not likeable in our current society. Anxiety blocks us, overwhelms us. Sadness can allow to process the loss, see what we still have, and from there find strength and hope to continue advancing. If only we allowed ourselves to feel.
Take care,
Jose
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Emociones
Estoy leyendo un libro sobre Alexander von Humboldt, el famoso científico alemán de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Humboldt nació en Berlín, el mismo año que Napoleón, y podría decirse que la huella que ambos dejaron en la historia es comparable. Desde joven Humboldt tuvo una inclinación por explorar y medir la naturaleza. Pertenecía a una familia acomodada y, aunque su madre quería que se convirtiera en un funcionario, él sentía que quería viajar y observar otros rincones del planeta. El panorama en el norte de Europa no era muy favorable para travesías científicas, porque precisamente Napoleón estaba entrando en guerra con quien se le pusiera por delante. Así que Humboldt viajó a España para convencer al rey Carlos IV de que le dejara unirse a una de las expediciones hacia las colonias españolas en América. Y así fue como Humboldt consiguió un pasaporte español y desde A Coruña se embarcó en un viaje de 5 años que le llevó por lo que hoy conocemos como Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, México y Estados Unidos.
Humboldt viajaba cargando (bueno, sus ayudantes) docenas de aparatos para medir todo tipo de variables, desde altura y presión a corrientes eléctricas e incluso posición geográfica. Meticuloso y metódico, iba anotando todas sus observaciones y recogiendo y catalogando plantas a lo largo de su camino, comparando fauna, flora y climas. Sus detalladas observaciones en diferentes lugares, junto a una mente ágil y curiosa, hicieron que Humboldt entendiera la interconexión de los ecosistemas del planeta, viendo la naturaleza como un ente global con valor más allá del servicio al ser humano. Sus libros combinan detalles científicos con ilustraciones y descripciones poéticas de los paisajes y las emociones que despiertan en él, rompiendo el dualismo entre lo racional y lo emocional. Sus bellas narraciones de montañas, lagunas y volcanes incluso fueron adaptadas y usadas por Bolívar para guiar a las colonias españolas hacia su independencia pocos años después. Humboldt también criticó el trato que los españoles daban a los indígenas y su destrucción de los ecosistemas, lo cual hizo que la Compañía Británica de las Indias Orientales nunca le dejara viajar con ellos a Asia, a pesar de sus múltiples intentos.
El enfoque de Humboldt cambió la ciencia occidental para siempre, sin embargo, las universidades siguen formando a nuevas generaciones de científicas sin dar la mínima atención a las emociones. En otro ejemplo de nuestra desconexión con el medio que nos rodea, seguimos diseccionando y analizando la naturaleza únicamente desde la mente, en una abstracción constante que nos separa más de ella cuanto más la queremos entender. Recuerdo con frustración las clases de ingeniería marítima en Barcelona, con el profesor intentando describir el movimiento de las olas por medio de ecuaciones complejas en un pizarrón, sin ni siquiera llevarnos de visita a la playa para primero observar y sentir el mar, crear una conexión, antes de simplificarlo en ecuaciones diferenciales que ya nadie recuerda. Así, cuando la ciencia tuvo que salir del laboratorio y explicar los efectos del cambio climático, asumió que los datos iban a ser suficientes para que la gente conectara con el problema. Nada más lejos de la realidad.
En los últimos años se habla mucho de la eco-ansiedad, ese sentimiento de desesperación que tienen sobre todo las nuevas generaciones acerca de la destrucción de nuestro planeta. Dr. Nate Charach, un psiquiatra de Toronto que se apoya en la jardinería para mejorar la salud mental, sugiere que la ansiedad no es necesariamente lo que sentimos por la emergencia climática. La ansiedad es el resultado de no permitirnos sentir tristeza y pérdida, emociones que no gustan en nuestra sociedad actual. La ansiedad nos bloquea, nos hace sentirnos abrumadas, mientras que la tristeza nos puede ayudar a procesar la pérdida, ver lo que aún tenemos y de ahí encontrar fuerza para seguir trabajando. Si sólo nos permitiéramos sentir.
Hasta pronto,
Jose