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Ego
Mi amigo Luis, desde Edimburgo, me escribió hace unos meses pidiéndome que hablara acerca del ego, particularmente en el mundo laboral. Creo que la petición me rebasó, y si a eso le sumamos el verano… aquí estoy sentado un mes después para finalmente escribir otro boletín. La pregunta de Luis me recordó a la correspondencia que el artista Nick Cave mantiene con fans de todo el mundo. Cualquier persona le puede enviar una pregunta (yo ya le hice la mía), y Nick contesta algunas (dice que lee todas). Sus respuestas son una delicia, llenas de compasión, poesía e incluso humor. El hecho de que yo trace una mínima conexión entre sus textos y mi boletín ya es de por si un ejercicio de ego desmesurado, así que sirva eso como aviso para el resto de esta carta.
Querido Luis,
¿Cómo estás? ¿Qué tal va el verano por Edimburgo? Nunca he estado allí, así que me imagino un verano al estilo holandés, donde todo el mundo espera con ilusión la llegada del evento fugaz y celebratorio que representa un día soleado, y la gente inunda los parques y canales mostrando sus cuerpos desnudos para captar los rayos del sol. Espero que hoy sea uno de esos días, o que incluso tengas dos días soleados consecutivos, y no leas esta carta hasta el lunes.
Me preguntas de dónde viene el ego y, la verdad, no tengo ni idea. Confieso que busqué un poco en internet para ver qué opinan las mentes expertas en la materia. Encontré artículos sobre teorías de Freud, Jung, el psicoanálisis, también una minera canadiense llamada Eldorado Gold (EGO); no entendí nada y sólo me sirvió para recordar que un día tengo que escribir sobre las mineras canadienses. Es por eso que prefiero traerlo a mi terreno personal, y contarte lo que yo opino al respecto, sabiendo que probablemente es incorrecto o no original (llevas casi dos años leyendo mi boletín así que esto no es ninguna sorpresa). Yo también he encontrado mucho ego en el mundo profesional y creo que viene de la falta de significado que han tomado las vidas de muchas personas. Cuando no existe una conexión con un propósito mayor a una misma, el servicio a la comunidad, la satisfacción del trabajo bien hecho (más allá del crédito o el título profesional) o el crecimiento personal y espiritual, se crea un vacío que es rápidamente llenado por el ego, la evasión o el cinismo. Creo que el culto al individualismo, acelerado con las redes sociales, ha puesto más énfasis en el quién en lugar del qué, el cómo, el con quién o el para qué. Charlas TED, CEOs, CFOs, VCOs, EGO… el mundo de las etiquetas para buscar significado donde no lo hay. Hasta la misma espiritualidad se ha convertido en herramienta para engrandecer nuestro ego, proclamando a los cuatro vientos lo iluminada que una está o lo poco que es necesario para ser feliz, eso sí, desde una cuenta de Instagram perfectamente curada con miles de seguidoras y selfis.
Perdón Luis, me he puesto un poco criticón. También veo una relación directa entre el problema del ego desmesurado y el aferrarse a una identidad determinada. Nos creamos una imagen de nosotras mismas para que el mundo nos entienda (nos clasifique), lo cual hasta cierto punto es necesario para vivir en sociedad: la ejecutiva super ocupada, el arquitecto bohemio, la médica exitosa, el ambientalista conciliador, la vegana predicadora, el papá responsable, la deportista disciplinada, el científico racional, la hija perfecta. El problema es confundir esa imagen manufacturada con quién realmente somos, ser prisioneras de esa identidad ficticia, no permitirnos mudar la piel como serpiente para crecer y evolucionar. Ese estado de cambio permanente, de indefinición, de apertura a lo que venga, trae posibilidades infinitas, pero conlleva la aceptación de la vulnerabilidad, el desconocimiento y la incertidumbre. Y ahí está la parte difícil.
Hace unos años fui a un concierto del jazzista Herbie Hancock en Toronto. Había escuchado algunas de sus canciones pero realmente lo que me atraía de él es que había tocado con todas las grandes figuras del jazz de los años 60, como Miles Davis o John Coltrane. Herbie, que ronda los 80 años, representaba la oportunidad de escuchar un cachito del legado de una generación que cambió la música para siempre. El auditorio estaba lleno de gente de todas las edades y la emoción se palpaba en el ambiente. Herbie salió al escenario, vestido con un pantalón negro y una camisa oscura larga con cuello Mao, y se sentó al piano. Durante más de una hora, sin soltar una palabra, estuvo alternando entre el piano, los teclados, el sintetizador guitarra (keytar), incluso el vocoder, liderando a una banda de virtuosos que nos llevaron por rumbos desconocidos. El público estaba emocionado y empezaba a relajarse la tradicional compostura sajona. De repente algunas personas empezaron a pedir algunos de sus clásicos, canciones de sus primeros años. Herbie, con humor y maestría, comenzó a meter líneas de algunas de esos temas en su interpretación, causando una euforia colectiva, para luego tomarlos como base, deconstruirlos y llevarlos en otras direcciones. Era impresionante ver con qué facilidad nos traía a lugares conocidos por unos segundos, como para darnos un respiro, y luego volvía a despegar la nave sonora con destinos lejanos. Finalmente tomó el micro y dijo “sé que muchas han venido a escuchar algunas de mis canciones más conocidas, pero la realidad es que van a escuchar música que nunca antes han escuchado, incluso que nosotros mismos (la banda) nunca hemos escuchado”. Y soltó una sonrisa.
Hasta pronto,
Jose
(Español más arriba)
Ego
My friend Luis, from Edinburgh, wrote a few months ago asking me to write about the ego, particularly at the workplace. I think his request overwhelmed me, and if we add summer on top of that… here I am a month later finally writing another newsletter. Luis’ question reminded me of the correspondence that the artist Nick Cave keeps with his fans worldwide. Anyone can ask him a question (I already did) and Nick might answer it (he says he reads them all). His answers are a gift, full of compassion, poetry and even humour. The fact that I make even a slight connection between his texts and my newsletter already is a demonstration of excessive ego, so that is a warning for the reader.
Dear Luis,
How are you? How is summer in Edinburgh? I have never been there so I picture it similar to a Dutch summer, with everyone looking forward to a sunny day, a celebratory and short event, when people flood parks and canals showing their naked bodies to absorb as much sun light as possible. I hope today is one of those days, or that you even have two straight sunny days and do not read this letter until Monday.
You ask me about where ego comes from and, to be honest, I have no clue. I must admit I searched online to learn what the experts say. I found articles about the theories of Freud, Jung, psychoanalysis, and also a Canadian mining company called Eldorado Gold (EGO); I did not understand anything, and it was only useful to remind me that one day I should write about Canadian mining companies. So I prefer to bring the topic back home and tell you my opinion, knowing it will probably not be correct or original (you have been reading this newsletter for almost two years so it should not be a surprise). I have also encountered ego at work and I think it comes from the lack of meaning of many peoples’ lives. When there is no connection with a larger-than-oneself purpose, service to your community, good work satisfaction (regardless credit or titles) or spiritual and personal growth, there is a vacuum that gets quickly filled by ego, numbness or cynicism. I think that the cult to individualism, boosted by the social networks, has placed more emphasis on the who rather that what, how, with whom or what for. TED taks, CEOs, CFOs, VCOs, EGOs… a world of labels to find meaning where there is not. Even spirituality has become a tool to enlarge our ego, preaching how enlightened we are or how little we need to be happy from our perfectly curated Instagram account with thousands of followers and selfies.
Sorry Luis, I realize that was a bit nit-picking. I also see a direct correlation between excessive ego and the clinging to a specific identity. We create an image of ourselves so the world can understand us (classify us), which makes sense to a certain extent so we can live in society: busy executive, bohemian architect, successful doctor, conciliatory ecologist, preaching vegan, responsible dad, hardcore athlete, rational scientists, perfect daughter. However, it is problematic when we mistake that manufactured image with who we really are and become imprisoned by it, not allowing ourselves to shed skin to grow and evolve, as snakes do. That state of permanent change, no definition, openness to what will come, brings infinite possibilities. It also implies acceptance of our vulnerability, ignorance and uncertainty. And that is the hardest part.
A few years ago I went to see a concert of Herbie Hancock, a jazz piano player, in Toronto. I had listened to some of his songs but what really attracted me was that he had played with all the jazz big names in the 60s, such as Miles Davis or John Coltrane. Herbie, who is about 80 years old, represented an opportunity to experience the legacy of a generation that changed music forever. The theatre was full with people from all ages and you could sense the excitement in the air. Herbie appeared in stage wearing black pants and a long dark shirt, and sat at the piano. For over an hour, without any remarks, he switched between piano, keyboard, keytar and even vocoder, leading a band of excellent musicians that took us through unexpected routes. The audience was thrilled and little by little they started to relax and get loose. Some people started requesting some of his classics, songs from his early years. Herbie, with humour and mastery, introduced some well-known lines on his performance, creating a collective euphoria, to then deconstruct and take the lines in different directions. It was amazing to see how easy it was for him to bring us to common places for a few seconds, maybe to give us a break, and then take off with the sonic shuttle towards far-away destinations. He finally took the mic and said “I know that some of you came to listen to some of my best-known songs, but truth is that you will listen to things you have never listened before, even that we ourselves (the band) have never listened before”. And he smiled.
Take care,
Jose